lunes, 9 de marzo de 2015

Seleka y Centroáfrica.

La situación de la República centroafricana bajo el mando seleka.    (Gaetan)

Introducción:

¿Qué es la República Centroafricana? ¿Es un país existente o es una zona de África? ¿Qué está pasando allí para que me dedique a hablar de él ahora? ¿Y por qué parece que hay un silencio absoluto de la Comunidad Internacional y de los medios de comunicación sobre ello?
Me llamo Gaetan Kabasha, nacido en Rwanda. Llegué a ese país del corazón de África en 1997 huyendo del genocidio de Rwanda. Era seminarista. En 1999 vine a España a hacer estudios de Teología. En 2003, volví a la República Centroafricana donde me hice sacerdote. Durante ocho años, estuve trabajando en una zona remota de este país donde las personas luchan cada día por sobrevivir en medio de la pobreza y la violencia. 
Voy a intentar explicar lo que pasa en este país ubicado en el corazón del continente africano donde, a pesar de no gozar de mucha atención por parte de los medios de comunicación internacionales, pasan cosas muy serias y dramáticas.

  1. Datos generales
Imaginen un país de extensión tan grande como España y Portugal, habitado sólo por cuatro millones y medio de personas, cubierto casi en su totalidad por bosques, con una tierra muy fértil, con un clima maravilloso y con abundantes reservas de oro, diamantes, uranio y petróleo. Parece que estamos ante un país maravilloso. Ahora, escuchen la segunda parte. Se trata del segundo país más pobre del mundo, muchos de sus habitantes están desplazados, la esperanza de vida ronda los 48 años, y cientos de miles de niños sufren desnutrición y están sin escolarizar. Esta es la República Centroafricana. No es de extrañar que en diciembre del año pasado la revista Forbes International le otorgara, quizá con exageración,  el puesto del país más triste del mundo. Ya antes del comienzo de la última crisis, el país estaba cabeza de todas las emergencias humanitarias. Desde hace cinco años, el este del país está azotado por una guerrilla llamada LRA del criminal ugandés Joseph Kony. Y desde diciembre de 2012 la situación ha empeorado más con la guerra iniciada por una coalición llamada Seleka que finalmente se hizo con el poder.
Por tanto:
Situación: entre Camerún al oeste, los dos Sudán al este, Chad al norte y los dos Congo al sur.
Tamaño: 623.000km2 (España y Portugal juntos)
Población: 4.500.000 habitantes
Independencia: 1960
PIB: 463 $
Religiones: Protestantes 51%; católicos 29%; islam 10%; tradicional 10%[1]
Lenguas oficiales: Francés y Sango
Antigua colonia francesa.



1.      La guerra de  la rebelión Seleka

Las causas de este contrasentido hay que buscarlas en una colonización francesa muy dura que no desarrolló el país ni dejó cuadros preparados en el momento de su independencia, y también en una sucesión de guerras, motines, rebeliones y golpes de Estado que han sumido al país en la miseria.
Para explicar la última crisis, comencemos en 2003. Ese año el general François Bozizé inició una guerra desde Chad, donde había huido pocos meses antes. Apoyado militarmente por el ejército de Chad, y políticamente por Francia, llegó con sus tropas a la capital, Bangui y derrocó al entonces presidente Ange-Felix Patassé, que se había convertido en un demagogo impopular. En aquella ocasión, Bozizé fue aclamado por el pueblo como un libertador.
En 2005, Bozizé organizó unas elecciones que ganó de manera bastante clara, aunque con ciertas irregularidades. Pero no consiguió contentar a los que le ayudaron a hacer la guerra en 2003. Algunos de estos soldados descontentos se juntaron con otros políticos desfavorecidos y crearon varias rebeliones en el norte del país, una zona del país muy deprimida, de mayoría musulmana cuyos habitantes se han sentido durante décadas olvidados por parte del gobierno central. Bozizé tampoco consiguió poner en marcha un verdadero proyecto nacional de desarrollo y la corrupción se instaló en todos los niveles.
En 2006, un grupito desconocido llamado UFDR liderado por un tal Michel Djotodia atacó la ciudad norteña de Birao, el punto de intersección entre Chad, Centroáfrica y Sudan del norte. Francia, cuya compañía minera AREVA acababa de iniciar los trabajos de exploración de uranio en la localidad de Bakouma algo más al sur de Birao, a 900 km de Bangui hacia el este, intervino de forma decisiva. Bombardeó la zona y ayudó al ejército nacional de Bozizé a recuperar la zona ocupada. Michel Djotodia fue detenido en Benín y encarcelado, pero por motivos desconocidos fue liberado a los 18 meses en lugar de ser extraditado a Bangui como querrían las autoridades centroafricanas.
En 2011, Bozizé organizó unas nuevas elecciones, que ganó esta vez de forma claramente fraudulenta. Toda la cámara de diputados se llenó de los miembros de su familia, sus amigos personales y personas de su región natal. La oposición democrática fue humillada y silenciada. El horizonte se ensombreció, pero Bozizé, seguro en el poder, no vio que podía llegar ningún peligro para el país. La corrupción, el tribalismo, el clientelismo, la violación de los derechos humanos, se convirtieron en métodos de gobierno.
En Diciembre 2012, cuatro movimientos rebeldes formados en su mayoría por combatientes  musulmanes se unieron en una coalición llamada Seleka (palabra que quiere decir “alianza”, en lengua Sango). Se trataba de UFDR (Union des Forces Démocratiques pour le Rassemblement) de Michel Djotodia, el FDPC (Front Démocratique du Peuple Centrafricain) de Abdoulaye Meskine, la CPJP (Convention des Patriotes pour la Justice et la Paix) de Nouredine Adam, y la CPSK (Convention Patriotique pour la Sauvegarde du Kodro) de Mohamat Moussa Dhafane.
Con la ayuda de Chad, Sudán del norte y la financiación de algún que otro país del Golfo, en diciembre de 2012 realizaron sus primeros ataques en el extremo noreste del país.  El material que tenían y su perfecta organización militar sorprendieron a todos, empezando por el propio ejército nacional, que en la mayor parte de los casos se retiró y se dio a la fuga mientras la Seleka conquistaba ciudad tras ciudad.
En esta época Francia y la comunidad internacional tenían toda su atención en el continente africano puesta en Mali. También existía desde hacía varios años un clima de frialdad entre el presidente Bozizé y Francia. La Seleka aprovechó el momento para deshacer al ejército nacional, ocupar más de la mitad del país y amenazar la capital Bangui, ante la desesperación de Bozize. La población se inquietó cada vez más ante el avance de un movimiento de quien nadie conocía sus verdaderas intenciones y cuyos líderes eran un enigma, pero muchos empezaron a preocuparse de su probable deriva islamista. Francia se negó a intervenir, la comunidad internacional – a pesar de que la misión de la ONU en el país dio la voz de alarma- no se interesó por esta crisis y el país empezó a hundirse.  
En enero 2013, los países vecinos reagrupados en una organización regional llamada CEMAC  (Comunidad Económica de Estados de África Central), formada por Camerún, Chad, Gabón, Congo-Brazzaville, Guinea Equatorial y Centroáfrica, impusieron un alto el fuego y organizaron unas negociaciones de paz en Libreville (Gabón). Las conversaciones se hicieron a toda prisa, sólo en tres días, y de ellas surgió un gobierno de transición  formado por un primer ministro de la oposición democrática, el abogado Nicolas Tiangaye, con cuatro  representantes de la Seleka en los puestos importantes. Se permitió al presidente Bozize acabar su mandato en 2016. Parecía que se abría la puerta a la paz, pero los acontecimientos posteriores mostrarían que cada bando tenía su agenda secreta.
Por un lado, a pesar de la puesta en marcha del gobierno de transición, la rebelión siguió ocupando ciudades. Esta vez mostraron una cara hasta entonces desconocida: con una gran agresividad saquearon y profanaron iglesias cristianas, amenazaron a los religiosos, robaron  todos los bienes de la Iglesia que pudieron, destruyeron de forma sistemática los archivos de los ayuntamientos y oficinas gubernamentales, destruyeron numerosos edificios públicos, y hundieron a los comerciantes no musulmanes. En numerosos lugares los miembros de la comunidad musulmana colaboraron mostrando a los rebeldes dónde se encontraban los bienes de la Iglesia o de algún cristiano. En un país donde durante décadas cristianos y musulmanes han vivido siempre sin problemas de convivencia, la tensión religiosa empezó a surgir. Aquí, hay que recordar que los cristianos son una mayoría abrumadora de 80 por ciento frente a una minoría musulmana de 10.
Por otro lado, el presidente Bozizé organizó milicias populares, compró y distribuyó numerosas armas, trajo a Bangui varios cientos de soldados sudafricanos para protegerle y clamó en mítines públicos de que no tenía ninguna intención de dejar el poder en 2016. El país se colapsó y todo indicó que los enfrentamientos eran inevitables.
El 22 de marzo de 2013, a pesar de la presencia de un contingente de militares de los países de la CEMAC, de 750 soldados franceses y de los sudafricanos, la Seleka franqueó la línea roja a las afueras de la ciudad de Sibut, al día siguiente se plantó a las puertas de la capital y el 24 de marzo por la mañana completó la conquista de Bangui mientras Bozizé huyó a Camerún para luego trasladarse a Francia donde se encuentra actualmente. El ejército gubernamental se dio a la fuga y el caos se instaló. La Seleka empezó a saquear sistemáticamente todos los edificios públicos e incluso las ONG y todas las organizaciones humanitarias presentes en el país. Los hospitales y escuelas cerraron sus puertas y miles de personas huyeron a la selva o salieron fuera del país[2].

2.      Lo específico del conflicto de Centroáfrica.

En otros países donde hay guerra, suele haber un apoyo popular a una rebelión liderada por un líder con popularidad, fruto de un descontento generalizado. Además, los rebeldes suelen tener un plan alternativo para guiar el país. En Centroáfrica, hemos asistido a otro esquema completamente diferente.
Primero, los rebeldes de la Seleka llegaron arrasando todo a su paso. Saquearon y destrozaron todos los símbolos del Estado; destruyeron los ayuntamientos y las estructuras del desarrollo; quemaron los archivos de todas las oficinas. Al llegar a Bangui, se ocuparon de saquear todos los edificios públicos y no dejaron ni un ordenador ni muebles, ni archivos. En muchas oficinas, no quedó absolutamente nada. Cogieron todos los coches en todos los sitios tanto en la capital como en las provincias. Hicieron una limpieza general hasta en la radio nacional, en la presidencia, en los ministerios, las escuelas etc. Este hecho se puede entender de dos maneras: o bien se trataba de acciones de una horda de incultos preocupados sólo por su propio interés inmediato o bien había detrás una voluntad oculta de dejar el país en un estado primitivo, borrar las huellas del registro y debilitar todas las estructuras sociales. Las dos hipótesis pueden ser reales en el caso de Seleka. Hay que tener en cuenta que pocos meses antes de conquistar Bangui los rebeldes eran apenas unos 5.000 efectivos, y cuando tomaron el poder su número se había incrementado a unos 20.000[3]. Muchos de ellos eran bandidos o milicianos de Chad o de Darfur (Sudán) que se han dedicado a saquear, llevar a sus países de origen los bienes robados y volver otra vez  a seguir cometiendo abusos contra la población.
En segundo lugar, una vez llegados al poder, no mostraron un proyecto de sociedad. Uno de sus líderes, Michel Djotodia, se auto-proclamó presidente. El pueblo esperaba que utilizara sus poderes para imponer orden, pero no fue así. Nada indicó que fuera capaz de controlar a sus propios elementos. Cada grupito tiene su jefe equiparable a un señor de la guerra. Esos señores de la guerra se instalaron en los distintos lugares, cada uno con su mini-ejército, marcando su terreno con las violaciones de los derechos humanos. A día de hoy, nadie parece tener autoridad máxima sobre la Seleka, que más que un ejército parece un conjunto heteróclito de guerrilleros amasados desde el Darfur, el sur de Chad y el extremo norte de Centroáfrica. En Bangui, la capital, la población aguantó el chaparrón con mucha valentía durante muchas semanas en medio de un caos generalizado. Algunos barrios de Bangui, sobre todo en el Norte de la capital, han sido regularmente escenarios de enfrentamientos sangrientos entre la Seleka y los ciudadanos. Los asesinatos no han cesado. En las provincias, todavía reina el desorden total dependiendo del humor del que manda allí. A mediados de agosto hubo once muertos en el barrio de Boy-Rabe, un lugar tradicionalmente habitado por miembros de la etnia de Bozizé, cuando la Seleka entró supuestamente para buscar armas. Varios miles de personas de este y otros barrios ocuparon el aeropuerto de Bangui para protestar por estos abusos. Como consecuencia de esta acción popular, el presidente Djotodia destituyó al ministro del Interior, Noudoudine Adam, considerado su número dos, y decretó que la Seleka no tendría en adelante facultades para imponer la seguridad en la capital, dejando esta responsabilidad en manos de la gendarmería y la policía. Esto ha abierto una puerta a la esperanza de que la situación en la capital podría mejorar y normalizarse. Pero ¿por qué no lo hizo cinco meses antes?
En tercer lugar, Seleka no es representativo del pueblo centroafricano. Sus elementos son básicamente miembros de dos pequeñas tribus  del norte (los Gula y los Runga), a los que se han añadido delincuentes del Chad y Darfur en busca de botín. La mayoría de los integrantes de esa coalición son gente inculta, sin consideración alguna hacia la ley o el derecho que no calculan las consecuencias de sus fechorías y no muestran tener ninguna idea del Estado ni del bien común. Ellos mismos se creen extranjeros llamados a marcharse hacia sus tierras, y por eso se entregan a saqueos para enriquecerse cuanto antes. Los que, hace unos meses, no tenían ni una bicicleta, ahora se mueven en coches de lujo robados. Eso sí, algunos mueren en accidentes por no saber conducir!
Por otra parte, el hecho de que Seleka sea mayoritariamente musulmana crea incertidumbre en la población, que es de mayoría cristiana.  Primero llegaron molestando a los cristianos y cogiendo sus bienes sin tocar nada de los musulmanes y al llegar al poder pusieron en el gobierno y en las otras instituciones una mayoría abrumadora de musulmanes. Muchos no dejan de preguntarse si no existe un programa secreto de islamizar a la larga el país. Muchos analistas piensan que al destruir los archivos, se han querido borrar todas las huellas de la ciudadanía para importar luego a los musulmanes de los países vecinos, entregarles la nacionalidad y permitirles gobernar y votar. Si fuera así, estaríamos al inicio de una guerra religiosa latente que podría desembocar en una violencia colectiva peligrosa.
Al intentar debilitar e intimidar a la Iglesia Católica, los Seleka  han querido ciertamente asegurarse el terreno libre quitando de en medio de toda institución capaz de enfrentarse a ellos. Se sabe que en África, la Iglesia Católica es, muchas veces, la única institución que se atreve a levantar la voz para defender los derechos humanos.

3.      Las razones de la guerra de Centroáfrica

Ninguna guerra surge sin motivos. Se sabe que las guerras de África tienen siempre un componente político, económico y geo-estratégico. La de Centroáfrica cumple con todos los requisitos.
En primer lugar, hay que decir que esta guerra tiene que ver con algunos problemas políticos. La situación que existía en el país no era nada buena. El presidente Bozizé había convertido el país en una familia personal. Baste pensar que el ministro de defensa era su hijo y el ministro de minas era sobrino suyo. Sus hijos hacían estragos en total impunidad, había desapariciones de personas; el presidente despreciaba a todos y la oposición estaba silenciada. Y además, se rumoreaba de que Bozizé estaba a punto de cambiar la Constitución para presentarse en un tercer mandato. Todos los ingredientes de una sublevación estaban presentes.
En un segundo lugar, Centroáfrica es un país con muchas riquezas mineras no explotadas. Hay petróleo, uranio, diamantes, oro etc. Siempre se ha dicho que Francia no tolera que otros países se interesen por los yacimientos de este país. En 2012, Bozizé, que llevaba los asuntos de los recursos económicos del país como si fuera su negocio personal, otorgó licencias de explotación de petróleo del norte a una compañía china. Muchos piensan que eso fue uno de los  detonantes de la guerra. Se piensa que alguien quiere impedir que China explote el petróleo de Centroáfrica.
En tercer lugar, está claro que esta guerra se ubicua en la lógica de los países del Golfo Pérsico que quieren ir instalando regímenes musulmanes en el sur del Sáhara. No cabe duda de que ha habido una fuerte financiación de algún país árabe para llevar a cabo los enfrentamientos. Evidentemente, son siempre hipótesis que habría que comprobar.
4.      Situación actual
En estos momentos, el país está al borde del colapso según la expresión del responsable de los derechos humanos de la ONU. “Estamos gravemente preocupados por las alegaciones de asesinatos, tortura, detenciones arbitrarias, violencia contra las mujeres, desapariciones forzadas, justicia popular así que el clima de inseguridad generalizada y la ausencia del Estado de derecho que prevalece en el país desde estos cinco meses” decía el experto de la ONU Christof Heyns, el pasado 5 de agosto[4].
Prácticamente, aunque existan un presidente y un gobierno, el Estado no existe. El país está divido en pequeños reinos donde gobiernan los señores de guerra. La muerte se ha convertido en algo banal y barato. Todos los días los elementos de la Seleka matan, violan mujeres y secuestran para luego pedir rescates. Sigue habiendo numerosos niños soldados. Aunque en el centro de la capital, la situación ha mejorado bastante durante los últimos meses y hay algo de tranquilidad, en los barrios periféricos han seguido las incursiones de les militares Seleka que han sembrado desolación y muerte. Miles de centroafricanos son refugiados en el interior del país o fuera. Las carreteras del interior son la propiedad de los milicianos islamistas, que han  erigido barreras en todos los sitios donde para pasar, pidien dinero, e incluso los campesinos que van a sus campos andando, tienen que pagar el peaje. Los obispos y sacerdotes ya no tienen coche para visitar las comunidades alejadas de los centros porque los de la Seleka lo han robado todo. En Bangassou, mi diócesis, un territorio tan grande como Andalucía, donde el obispo Juan José Aguirre es español, no queda ningún coche. El obispo va andando a donde puede desplazarse.
En las provincias, ya no existen las estructuras de un Estado moderno. La policía, los ayuntamientos, las estructuras de justicia, los hospitales, la administración territorial han sido completamente desestructurados o sencillamente han desaparecido. Las escuelas están cerradas; los impuestos y otras tasas van directamente el jefe Seleka local. El Estado no tiene ni estructura ni economía.
Empiezan a notarse algunos signos de islamización en algunos localidades del país: en el norte, se ha impedido en muchas localidades la venta de la carne de cerdo. En otros, se ha procedido a la matanza de todos los cerdos de los pueblos. Algunas carnes de caza también están prohibidas. Aunque no se haya impedido a los cristianos acudir a su culto todavía, hay indicios de que la islamización lenta está en marcha. Es verdad que esas prácticas son hechos aislados, pero significa que el terreno es propicio para algunos grupos radicales. De manera general, se está nombrando musulmanes en los puestos importantes de la administración territorial. Algunos empiezan a pensar que para conseguir un puesto de administración, hay que hacerse musulmán.
Por lo que se refiere a la situación humanitaria, es una catástrofe. Decía el responsable del programa “Acción contra el  hambre”, Alain Coutard hace unos días: “la situación en las provincias y las campañas es realmente alarmante. Ya no existe la autoridad. Solamente mandan los jefes de la rebelión seleka. Muchos centros de salud han sido destruidos, mucha gente sobrevive sin nada[5].  A eso añade la comisaria europea a la Cooperación Internacional Georgieva Kristalina: “Centroáfrica es el país más olvidado del mundo; el más miserable; el que más necesidad tiene y el que menos recibe…En los hospitales, ya no hay equipamientos médicos, ni medicamentos, ni colchones ni comida. .. en la capital, la mitad de la población no tiene letrinas y todo el mundo me preguntaba: ¿por qué el mundo nos ha olvidado?”[6]
Esta guerra ha traído consigo una nueva arma desconocida antes: los milicianos de la Seleka, para vengarse de algún intento de sublevación, queman las casas de pueblos enteros. En un país donde la gente construye con techo de paja, la quema de una casa supone convertir en ceniza todas las pertenencias del propietario.
Está claro que los problemas son colosales y no se ve claramente que haya una solución inmediata al conflicto. El país está casi en el olvido.

5.      ¿Por qué ese silencio?

Sorprende el silencio de la comunidad internacional. Sorprende la ausencia estrepitosa de la cobertura internacional de los medios de comunicación. Sorprende la actitud de Francia en comparación con el pasado. Sorprende el olvido de este país de parte de todos. Tan sorprendente todo que  la comisaria europea para la ayuda humanitaria ha llegado a decir: “Centroáfrica es un país que el mundo ha olvidado…. Si no hacemos nada, se convertirá en una nueva Somalia[7].
¿Por qué este silencio?
Primeramente, hay que resaltar que Centroáfrica es una antigua colonia francesa. Siempre se ha dicho que es un laboratorio de la política francesa en África. Desde la independencia hasta nuestros días, Francia ha jugado un papel de primer plano en todos los conflictos. En 1978, el ejército francés derrocó al emperador Bokassa en una famosa operación “Barrakuda”, instalando al poder a su antecesor David Dacko. En 1996, la intervención militar francesa puso fin a un motín del ejército y salvó así al presidente Patassé. En 2006, el ejército francés intervino en el norte de Centroáfrica para dispersar a los soldados de UFDR y estabilizó así el poder de Bozizé. Francia ha mantenido las bases militares en el país hasta 1999, y aún después de su retirada, sigue teniendo un número importante de soldados en el país. Por esta razón,  cuando algo pasa en Centroáfrica, todo el mundo mira a Francia. Cuando Francia habla, todo el mundo sigue. Cuando se calla, todo se ignora. Así de sencillo.
A mediados de octubre el presidente François Hollande advirtió del peligro de “somalización” de Centroáfrica e hizo un llamamiento a la Unión Africana y la ONU para que intervengan más en el país, especificando que Francia estaría dispuesta a ayudar. Pocos días después de estas declaraciones, el Consejo de Seguridad de la ONU escuchó en una sesión un informe sobre la situación del país y su secretario general Ban Ki Moon expresó su preocupación por lo que ocurre allí. Habrá que ver durante las próximas semanas si este giro de interés en altos círculos internacionales por Centroáfrica se concreta en acciones decisivas que puedan cambiar la situación.
En cincuenta y cuatro años, desde 1959, Centroáfrica ha conocido todos los ensayos políticos posibles: del sacerdote fundador de la República, Boganda al rebelde Djotodia, el país ha pasado por un maestro de escuela (Dacko), un sanguinario emperador que se equiparaba a Napoleón (Bokassa), un general del ejército (Kolingba), un demócrata convertido en inútil demagogo (Patassé) y un general que creía que el país era una familia personal (Bozizé). Una pandilla de  siete presidentes, corruptos unos como otros menos el sacerdote fundador del que se guarda una memoria viva. Se sabe más o menos que cada diez años, hay un alboroto general. Entonces, cuando algo pasa en esas tierras, el mundo tiende a decir: “estamos en lo mismo de siempre. Se matarán y cuando se cansen, pararán”.
La razón del desinterés de Francia en el desarrollo de este último conflicto centroafricano puede entenderse en parte por su intervención militar el pasado mes de enero en Mali. Esta intervención militar francesa en Mali acaparó todas las miradas y desvió el interés por otras zonas de África. Pero cuando Francia atacaba a los yihadistas en Mali, otros musulmanes radicales estaban ocupando el terreno en Centroáfrica. Lo más sorprendente es que ningún diplomático llegó a alertar de lo que estaba pasando y del riesgo de implosión del Estado con la llegada de Seleka en el poder. Si todos estaban de acuerdo, se debe decir que tuvieron una mirada corta de la realidad o un error de visión.
La otra razón más inmediata, hay que buscarla en la implicación de Chad en los dos conflictos, el de Mali y el de Centroáfrica. Chad se prestó voluntario para apoyar al ejército francés en la intervención de Mali, desplegando a 2.000 militares sobre el terreno de operaciones. Pero al mismo tiempo, estaba apoyando a los Seleka con materiales y militares para derrocar a Bozizé. Francia se encontró en un dilema. Se pensaría que prefirió cerrar los ojos para no molestar a su aliado Chad.
Sin embargo, hay que ir a la historia misma para intentar encontrar las razones profundas de este olvido de la comunidad internacional. Centroáfrica es un país enclavado. No presenta ningún interés geo-estratégico mundial. El sentimiento general de los centroafricanos es que es una reserva de Francia. Más aún, cada diez años o poco más, surge un cambio de poder en condiciones más o menos violentas. El país vive en un estado permanente de rebeliones y golpes de estado. Por tanto, un golpe más no conmueve a nadie.  Solo que esta vez, no es solamente un golpe sino un cambio radical de sistema. Lo que pasa en Centroáfrica suena como “algo ya visto”. Nadie se preocupa en comprobar si hay ingredientes nuevos.

6.      ¿Hay esperanza?

Responder a esta pregunta en estos momentos parece difícil. En un país tan pobre, con infraestructuras insuficientes, con un nivel de alfabetización muy bajo y una clase política hondamente corrupta, si utilizaramos los lentes del pesimismo, diríamos que el túnel oscuro va ser largo. Para crear las condiciones de vida digna, habría que cambiar radicalmente todo el sistema que ha impuesto la Seleka. No basta con un cambio de gobierno ni un cambio a la cabeza. Habría que quitar todo y empezar de nuevo.
Entonces,
¿Una nueva guerra? Naturalmente, no estoy propugnando una nueva guerra como solución. A estas alturas, a nadie le interesa volver al ciclo de violencia, aunque por desgracia para algunos quizá sea la única opción a la vista. Ya empiezan a surgir por aquí por allá pequeñas voces favorables a una nueva rebelión. Si la situación sigue tan dramática y violenta, habrá revueltas y rebeliones. Algunos no descartan que el depuesto presidente Bozizé vuelva a reunir a los suyos para iniciar una nueva guerra. Desgraciadamente, si hubiera nuevas revueltas populares podrían acabar con un baño de sangre.[8]
¿Elecciones transparentes? Es el deseo de todos . Sin embargo, nadie cree que vayan a pasar realmente como está previsto en el periodo de 18 meses de transición política impuesto por los dirigentes de los países vecinos.  Y si las hay, no hay garantía de que vayan a ser  transparentes. En caso de que lo fueran, el nuevo elegido tendrá dificultades para tener bajo su control a  los militares Seleka y reinventar el sistema del Estado, algo para lo que además haría falta contar con mucho dinero, que de momento no hay. Para que las elecciones sean justas, es necesario desarmar antes a los seleka, formar un nuevo ejército y reestructurar la policía y el sistema judicial. Todo eso requiere dinero y en estos momentos, es justamente lo que falta.
¿Una intervención internacional? Muchos centroafricanos creen que sería la solución ideal. Todo el mundo desea que la Unión Africana apoyada por Francia intervenga para desmantelar el imperio Seleka. Es el punto de vista de Rolland Marchal, investigador francés, experto en los problemas centroafricanos: “Hace falta una presencia internacional larga, civil y militar y no solamente orientada a lo humanitario[9].
Desde el primer momento, los paises vecinos reagrupados en CEMAC (Communauté Economique et Monétaire de l'Afrique Centrale) decidieron enviar tropas llamadas FOMAC para restablecer la seguridad en el país. También obligaron a los nuevos dirigentes a poner en marcha un gobierno de transición, con el primer ministro de consenso de los acuerdos de Libreville antes de la toma del poder. Además, impusieron una hoja de ruta que implica la organización de las elecciones generales en 18 meses. En estas, los actuales dirigentes no podrán presentarse. El pueblo sigue pensando que esta hoja de ruta será respetada hasta el final aunque hay una parte de escépticos quienes creen que a lo largo del camino, todo cambiará. De momento, solamente el respeto a la hoja de ruta de CEMAC puede traer algo de paz! Evidentemente, el problema de los militares seleka, no formados y obviamente delincuentes, sigue siendo una espina en la bota del país. Por otro lado, ha quedado manifiesto de que los militares de FOMAC son insuficientes o mal motivados para restablecer la paz. Su presencia no ha impedido los saqueos, asesinatos y el desorden en el interior del país.
Desde el pasado 1 de agosto existe oficialmente una fuerza de intervención llamada MISCA, formada por algunos países de la Unión Africana. Pero de momento sólo son 700 efectivos, sólo en la capital. Está previsto que lleguen a 3.500, aunque incluso si llegaran a este número serían muy insuficientes para desarmar y desmovilizar a los combatientes de la Seleka de origen extranjero. Pero ¿quién  financiará esta fuerza? Quién motivará a Francia para que vaya a poner orden en su antigua colonia como lo ha hecho siempre? Últimamente, el presidente François Hollande, como alguien que se despierta de un gran sueño, hizo un llamamiento a la Unión Africana y a la ONU a “tomar en manos la situación de la República centroafricana que está al borde de la somalización[10]. ¡Ojalá el deseo se haga realidad!
El contingente de la Unión Africana tarda en llegar, y está claro que si los países occidentales no apoyan económica y materialmente esta iniciativa, esta misión no tendrá éxito.
¿Les confesiones religiosas? Aparte de la política, hay otros aspectos esperanzadores que merecen la pena mencionar. Desde el inicio de las hostilidades, la Iglesia Católica representada por el arzobispo de Bangui, Mgr Dieudonné Nzapalainga, el conjunto de las iglesias protestantes representado por el pastor Nicolas Guereyame y el Imam Kobine Layame, de la gran mezquita de Bangui han creado un comité para la reconciliación. Juntos, han hecho varios viajes al interior del país para encontrarse con las comunidades cristianas y musulmanes y son la única voz que de forma consistente llaman a la concordia y denuncian los abusos de derechos humanos. Su labor y su convicción han podido evitar una guerra civil con connotación religiosa y con consecuencias imprevisibles.
Gracias a su llamamiento por la paz, el perdón y la reconciliación, se ha evitado, de momento, males mayores. También la Conferencia Episcopal, por su parte, ha hecho un llamamiento muy fuerte para invitar a los cristianos a evitar los sentimientos de venganza. Esas acciones que parecen pequeñas han producido frutos de extraordinaria belleza. Son un signo de esperanza. Aunque las heridas sigan abiertas, hay motivos de esperar. Al menos, esperar que el pueblo centroafricano no se rompa en pedazos y caiga en una locura genocida. En la actualidad, la figura y la valentía del arzobispo de Bangui Dieudonné Nzapalainga queda como un referente a la hora de denunciar públicamente los abusos a pesar del peligro evidente que ello conlleva.
También es importante decir que desde cierto tiempo, la Comunidad Internacional se ha levantado para luchar contra el criminal Joseph Kony cuyos elementos de la LRA siguen haciendo estragos en el este del país. Parece que este ugandés buscado por el Tribunal Penal Internacional por los crímenes horrendos, está debilitado. Pero es importante que se le siga hostigando hasta que le capturen. ¿Cuántas personas habrá matado antes? ¿cuántas mujeres sus secuaces habrán violado?

7.      ¿Qué podemos hacer desde Europa?

Cuando algo pasa en Israel, o en Egipto, todo el mundo lo conoce al instante. Cuando en un país de África sub-sahariana pasan cosas igual de graves o incluso más, el tiempo transcurre como si nada hubiera pasado. Existe un silencio incomprensible de parte de la prensa internacional y de los poderes políticos del mundo desarrollado con respeto a África. Es verdad que los africanos tienen responsabilidad en lo que pasa en sus países. Pero también es verdad que todas las armas están fabricadas aquí y que la desigualdad en el sistema económico mundial está gestionada desde el Primer mundo.
Los hombres de buena voluntad no pueden callarse ante las catástrofes humanas. Si formamos todos la misma humanidad, cuando sufre un hombre, sufren todos de alguna manera. Un miembro enfermo acaba contagiando a todo el cuerpo. Es importante que luchemos para que la prensa no siga la política y que la política no siga siendo tan egoísta.
La ignorancia de lo que pasa en el mundo nos hace cómplices de la desgracia. Hay que instruirse, interesarse, denunciar. Nadie puede ser orgulloso de vivir en un mundo donde algunos viven tranquilos cuando otros viven huyendo de las balas.
Con respeto a Centroáfrica, es importante, primero saber que este país existe. Luego, pedir a Francia, a la Unión Europea y a la comunidad internacional que se interesen del conflicto. ¿Por qué en Mali, si, en Centroáfrica, no? Si la vida humana tiene el mismo valor en todas partes, ¿por qué en unos países los muertos merecen más atención que en otros?
En la misma óptica, no hay que cansarse de pedir al Tribunal  Penal Internacional de La Haya que se ocupe de los criminales que matan en total impunidad o se apropian de los bienes de los demás. Su fiscal jefe, Fatou Bensouda, ha declarado en varias ocasiones durante los últimos meses que su oficina sigue con mucha preocupación y muy de cerca lo que ocurre en Centroáfrica. ¿Cuándo lanzará las primeras investigaciones?
Antes de concluir, me gustaría también invitar a todos a pensar en la reconstrucción de ese país destruido. En España, la Fundación Bangassou cuyo fundador es el obispo Juan José Aguirre ha puesto en marcha una campaña para recaudar fondos. Cuando vuelva la tranquilidad, habrá que reconstruir los hospitales dañados, las escuelas etc. La generosidad es una de las armas potentes contra la desigualdad en el mundo.
Por lo tanto, quisiera concluir insistiendo en  cuatro aspectos:
-          Tenemos que informarnos más  sobre lo que pasa en África sub-sahariana.
-          Hay que presionar para que haya una intervención internacional eficaz y sostenida en la República centroafricana.
-          Hay que luchar para que los criminales que han cometido crímenes contra la humanidad sean llevados ante los tribunales.
-          Hay que pensar seriamente en la reconstrucción del país.

Einstein decía: "El mundo es peligroso, no por causa de los que hacen el mal, sino por aquellos que miran pasivamente sin hacer nada".




Apéndice

El tema de los anti-balaka

Después de muchos meses de violaciones de parte de los seleka, los jóvenes de distintos pueblos se soblevaron. El objetivo principal era defender sus localidades y sus familiares contra los ataques de los seleka. Cogieron el nombre de anti-balaka. Pero ¿qué es anti-balaka?
El nombre de anti-balaka significa anti-bala o anti-arma en la lengua de allí. También puede significar anti-veneno o anti-machete. Inicialmente, eran milicias de los jóvenes de los pueblos del norte de Centroáfrica, constituidos para defenderse contra los salteadores del camino o contra una tribu de pastores de vacas que se llama Mbororo. Estos solían estropear las cosechas con sus ganados de manera impune. En algún momento, los jóvenes valientes decidieron hacer un movimiento armado con machetes o rifles de caza para defenderse. La característica general de este movimiento es que sus miembros suelen hacer ritos tradicionales con una convicción de que ninguna bala puede atravesarlos o ningún veneno matarlos. Llaman esta práctica "el blindaje". Generalmente se ponen encima un liquido sobre todo el cuerpo y luego llevan amuletos sobre el cuello. 
Viendo la persistencia de las violencias hechas por los seleka, muchos jóvenes dejaron sus aldeas para reagruparse en la selva y empezaron a atacar a los seleka.

¿Pero el conflicto centroafricano es interreligioso?

Es un atajo muy fácil. Por una parte, los seleka son mayoritariamente musulmanes. Al atacar el país, se ensañaron con los cristianos saqueando sus tiendas y violando sus mujeres. No tocaron a los musulmanes. Además, muchos musulmanes sintieron una cierta complicidad con ellos por el hecho de que hablan la misma lengua (árabe) y practican la misma religión. De repente, los seleka se dirigían más espontáneamente a las casas de los musulmanes para esconder los botines robados a los cristianos.
Por otra parte, los anti-balaka se sienten más cercanos a los cristianos. Además, la mayoría son bautizados aunque no se pueda decir que son todos practicantes. Pero, hay que decir que todos los anti-balaka no son cristianos. Son más bien animistas viendo las prácticas que hacen. Su credo es vencer con la fuerza de los ancestros y la magia de sus ritos.
El problema es que los anti-balaka consideran a todos los musulmanes como seleka, sin duda por asociación. De hecho, cuando atacan, no se paran a distinguir quien es seleka, quien es musulmán. Matan a todos. Y los seleka consideran a todos los anti-balaka como cristianos, también por asociación. Cuando los anti-balaka atacan, los seleka hacen represalias a las familias cristianas sin distinción.
Este estado de cosas hace que el conflicto vaya tomando un cariz confesional. Sin embargo, hay que aclarar que los todos los musulmanes no son seleka ni todos los cristianos son anti-balaka. Es más, los seleka no son unos hombres religiosos que vehiculan realmente una práctica islámica rigurosa como para hablar de islamismo radical. Muchos de entre ellos son ladrones, borrachos, violadores. Sencillamente son unos delincuentes crecidos en los ambientes de violencia del Darfour et del sur de Tchad. Lo suyo es luchar, matar y robar. Lo mismo se puede decir de los anti-balaka. No son unos cristianos ejemplares que van predicando el evangelio. Son unos jóvenes exaltados, hartos de las fechorías de los seleka. Nada más.
Otro elemente esclarecedor es que los dirigentes ya sean musulmanes (imam) o cristianos (sacerdotes y obispos) están contra esta espiral de violencia e intentan llamar a la reconciliación con los comités de paz en todos los rincones. Lo que pasa es que el odio va superando la capacidad y el liderazgo de los dirigentes.







Nota:

Esta conferencia se dio en la Universidad de Donostía por motivos de los cursos de verano de 2013. Entre tanto, la situación ya cambió. Los países vecinos de Centroáfrica exigieron la dimisión del presidente seleka Djotodia y se puso en marcha un gobierno de transición dirigido por la presidenta Catherine Samba Panza. Las tropas francesas intervinieron en Bangui para parar la masacre que podía haber abocado en un genocidio. Los seleka se retiraron de Bangui para instalarse en el norte del país. Luego, la ONU propuso enviar unas 12.000 militares para ayudar a pacificar el país. En la actualidad (marzo 2015), ya están allí muchos militares de la ONU pero el país sigue en una situación inestable sobre todo en las provincias.



[1] Datos del censo general de la población de diciembre 2003.
[2] Según los datos del ACNUR, actualmente hay 206.000 desplazados dentro del país y 62.714 centroafricanos refugiados en los países vecinos.

[3] Según el primer ministro Nicolas Tiangaye, dentro de seleka, los verdaderos seleka son 5.000 a los que se han añadido otros 15.000 delincuentes sin formación disciplinar alguna en el camino hacia la capital (Cfr Entrevista en Jeune Afrique, 27 de agosto de 2013).

[4] Christof Heyns, relator especial de la ONU, jefe de expertos sobre la situación de Centroáfrica (06/08/3103)
[5] Alain Coutard, Responsable de Action contre la faim.
[6] Georgieva Cristalina (Journal de Bangui 09/08/2013)
[7]Somalia pasó más de 20 años en una anarquía total, sin gobierno ni poder central. Así se convirtió en un terreno propicio para los grupos extremistas afines a Alqaida
[8] Durante la semana del 26 al 30 de agosto, muchos habitantes de los barrios periféricos de Bangui se agruparon en el aeropuerto, paralizando todo con el propósito de protestar contra los ataques de los seleka en sus barrios. Gracias a la intervención del arzobispo de Bangui, se pudo evitar una sublevación sangrienta.
[9] Rolland Marchal, RFI-Afrique, 30 de agosto de 2013
[10] Centrafrique: Hollande appelle l’UA et l’ONU à intervenir, in Essor, 28 de agosto de 2013.

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